sábado, 5 de noviembre de 2011

Capítulo IX

Salí del edificio e inmediatamente me dirigí a mi auto. Arranqué y encendí la radio, mientras comenzaba a ver la calle al final del estacionamiento.
En el camino me crucé con varios bocinazos de los demás conductores, a los cuales no les interesaba el estado de éxtasis en el que me encontraba.
Es que pasa que hay momentos en que un sueño parece perfectamente alcanzado.
¿Qué decir del resto? Solo recuerdo imágenes alegres y una risa parecida a lo irreal. Y recuerdo que Pierre juró desde aquel día creer en la suerte y el destino.
Después de lograr reunirnos en casa de Chuck, fuimos directamente a la radio para retirar nuestros boletos de avión. Al irse el encargado de la radio comenzamos a actuar como niño que ingresaban a la primaria. Cada uno llamó a sus padres, para darles aviso de la buena noticia. Excepto yo.
No sabía explicar muy bien los motivos. Jeff trató de convencerme, pero explicarle por qué no quería llamarlo implicaba contar todo aquello que no tenía ganas de contar.
Entre los festejos y las risas, una estrella me recordó a mi madre. Seguidamente, traté de detener mis pensamientos sobre ella. Pensamiento que, sabía, solo implicarían más melancolía que en otras ocasiones. Salí de mi estado de shock interior mientras los demás se disponían a empacar sus cosas.   Pierre estaba llamando a su novia, lo cual se volvió muy gracioso ya que los demás no pararon de hacer raros sonidos para que ni siquiera pudieran hablar. Chuck, imitando a su madre gritó: "¡Cada uno a su casa!".
Todos reímos y comenzamos a salir. Jeff ya había comenzado a hablar de lo asombrosa que sería nuestra pequeña aventura, y ninguno lo dudó. Además, Seb hablaba sobre los lugares que podríamos visitar durante nuestra estadía.
Un pequeño cosquilleo de celos se iba generando adentro mío. Era algo que no podía controlar, realmente. ¿Me habían agradecido suficientemente el haber hecho ese llamado? Al final, todo parecía reducirse a la paranoia de ¿Me quieren o no? No, no podía evitarlo: La melancolía me estaba ganando en un día que debía ser esplendido. Fue entonces cuando afuera encontré a Bordelius. Caminaba solo por una calle casi desierta. Jugando con él, me acerque entre risas.
-¿Sabes qué, viejo? Nos vamos a Toronto.
Bordelius ni siquiera pestañeó al decirle aquello, lo cual no me resultó raro.
-Pues yo debo continuar con mi investigación -me respondió- es por eso que estoy aquí.-En ese momento, los otros salían entre risas y bromas. Al vernos, se acercaron a nosotros. -Si todos siguen con su trabajo, debo hacer lo mismo -nos miró.
No entendimos demasiado, pero fuimos a casa de Pierre como el viejo indicó.

Mica Grinovero and Kevin Jones

No hay comentarios:

Publicar un comentario