Mientras el viejo se mantenía inmóvil, con su sonrisa aún en su rostro, me pregunté si lo que le había cuestionado tendría sentido, ya que no conocía si Bordelius era el tipo de persona que aclararía mis dudas.
-Piénsalo un poco - sólo soltó.
Las preguntas que debería hacerme eran algo evidentes. ¿Por qué un viejo investigador robaría el dinero de una banda para luego simular buscarlo? Me sentía un tonto, creía que él había estado jugando conmigo.
Aunque realmente aquello no tenía sentido. Me quedé muy pensativo sin saber realmente qué hacer o qué decir. Decidí que sería mejor comentárselo a los demás, ya que era el momento y creía tener las pruebas suficientes. Me paré e hice ademán de salir, pero entonces una mano me detuvo.
-Yo conocí a tu madre.
Me quedé algo shockeado. El viejo simplemente dio vuelta mi rostro y me dijo:
-La conocí como a la palma de mi mano. Pues de hecho mis manos fueron las primeras en sostenerla. Soy su padre. Soy tu abuelo.
Aquello me sorprendió demasiado, pero aún así mi idea no había cambiado. Abrí la puerta y salí rápidamente hacia mi habitación. Mi mente se aceleraba tratando de procesar toda aquella información, hasta que decidí que lo mejor sería descansar un poco, si podía. Estaba agotado.
Frené en un pasillo del hotel y ante una pared perfectamente blanca comencé a llorar como un niño, no podía dejar de hacerlo. Aquellas palabras me recordaban demasiado a mi madre. Un recuerdo que quería matar.
Pronto llegó Pierre que, sin entender nada, me abrazó. En realidad, al principio sólo me miró extrañado, para después hacerlo. Luego de aquello, fuimos lentamente hacia el comedor, en donde estaban los demás.
La charla duró hasta la madrugada- Estábamos aturdidos, enojados y confundidos. Sin embargo, David sugirió que me tomara mi tiempo para digerir la confesión de Bordelius. Lo del dinero, podría esperar. Aún así, al día siguiente debíamos regresar a casa, por lo que sólo me tomó un momento saber lo que tenía que hacer.
-Piénsalo un poco - sólo soltó.
Las preguntas que debería hacerme eran algo evidentes. ¿Por qué un viejo investigador robaría el dinero de una banda para luego simular buscarlo? Me sentía un tonto, creía que él había estado jugando conmigo.
Aunque realmente aquello no tenía sentido. Me quedé muy pensativo sin saber realmente qué hacer o qué decir. Decidí que sería mejor comentárselo a los demás, ya que era el momento y creía tener las pruebas suficientes. Me paré e hice ademán de salir, pero entonces una mano me detuvo.
-Yo conocí a tu madre.
Me quedé algo shockeado. El viejo simplemente dio vuelta mi rostro y me dijo:
-La conocí como a la palma de mi mano. Pues de hecho mis manos fueron las primeras en sostenerla. Soy su padre. Soy tu abuelo.
Aquello me sorprendió demasiado, pero aún así mi idea no había cambiado. Abrí la puerta y salí rápidamente hacia mi habitación. Mi mente se aceleraba tratando de procesar toda aquella información, hasta que decidí que lo mejor sería descansar un poco, si podía. Estaba agotado.
Frené en un pasillo del hotel y ante una pared perfectamente blanca comencé a llorar como un niño, no podía dejar de hacerlo. Aquellas palabras me recordaban demasiado a mi madre. Un recuerdo que quería matar.
Pronto llegó Pierre que, sin entender nada, me abrazó. En realidad, al principio sólo me miró extrañado, para después hacerlo. Luego de aquello, fuimos lentamente hacia el comedor, en donde estaban los demás.
La charla duró hasta la madrugada- Estábamos aturdidos, enojados y confundidos. Sin embargo, David sugirió que me tomara mi tiempo para digerir la confesión de Bordelius. Lo del dinero, podría esperar. Aún así, al día siguiente debíamos regresar a casa, por lo que sólo me tomó un momento saber lo que tenía que hacer.
Micaela Grinóvero and Kevin Jones